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La aventura inicia con los primeros rayos del sol, una vez en el puerto los regalos y materiales son acomodados en la pequeña lancha que servirá como medio de transporte, para 16 aventureros y estando todo listo poco a poco el puerto se pierde de vista por completo. Pronto lo único que se logra divisar son las gaviotas atentas buscando alimento, la brisa marina y el agua salada chapoteando dentro de la lancha acompañan durante casi 40 minutos. Poco a poco la exuberante vegetación, imponentes montañas y agua cristalina anuncian la llegada a Isla Caballo. Una vez en tierra firme 3 personas y una carreta esperan ansiosos. Unos 65 niños y niñas forman parte de la población de la zona, alrededor de 240 personas. Posterior a la caminata de unos 400 metros entre la densa vegetación risas y gritos anuncian que los niños están cerca, al divisarlos todos corren felices, algunos extrañados al observar las bolsas llenas de regalos.

Después de 3 horas de cantos, juegos, risas y piñata, llegó uno de los momentos más esperados, la repartición de regalos, desde muñecas,  balones de fútbol ¡hasta una tabla de surf!

Poco a poco las energías bajaban al igual que la temperatura, de repente el sol ya no calentaba tanto y en un abrir y cerrar de ojos nuevamente las lanchas estaban llenas de tripulantes. La primera y única parada fue en la Escuela de Playa Torres donde los niños y niñas corrían a mostrar sus regalos. La Isla se hizo pequeña, mientras que el viento y las olas invitaban a reflexionar sobre lo privilegiados que somos sin darnos cuenta. Un agradecimiento especial a los docentes de Educación Física de la Dirección Regional de Puntarenas y a todos los que colaboraron con los niños y niñas de Isla Caballo gracias por ayudar a pintar sonrisas. 

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